Bienvenidos a Poetas al desnudo

Los invitamos a expresarse de la mano de los poetas contemporáneos más destacados de Latinoamérica, a identificarse con ellos y con nosotros. Sólo deben contarnos qué piensan acerca de las poesías que publicaremos, qué les producen a ustedes. También serán bien recibidas futuras propuestas acerca de posibles obras a analizar.
¡Que lo disfruten!

lunes, 6 de junio de 2011

La canción del Bongó, Nicolás Guillén

Esta es la canción del bongó:
—Aquí el que más fino sea,
responde, si llamo yo.
Unos dicen: Ahora mismo,
otros dicen: Allá voy.
Pero mi repique bronco,
pero mi profunda voz,
convoca al negro y al blanco,
que bailan el mismo son, 

cueripardos o almiprietos
más de sangre que de sol,
pues quien por fuera no es de noche,
por dentro ya oscureció.
Aquí el que más fino sea,
responde, si llamo yo!



En esta tierra, mulata
de africano y español
-Santa Bárbara de un lado,
del otro lado, Changó-,
siempre falta algún abuelo,
cuando no sobra algún Don
y hay títulos de Castilla
con parientes en Bondó:
Vale más callarse, amigos, 

y no menear la cuestión,
porque venimos de lejos,
y andamos de dos en dos.
Aquí el que más fino sea,
responde si llamo yo!



Habrá quién llegue a insultarme,
pero no de corazón;
habrá quién me escupa en público,
cuando a solas me besó...
A ése, le digo:
                          —Compadre,
ya me pedirás perdón,
ya comerás de mi ajiaco,
ya me darás la razón,
ya me golpearás el cuero, 

ya bailarás a mi voz,
ya pasearemos del brazo,
ya estarás donde yo estoy:
ya vendrás de abajo arriba,
¡que aquí el más alto soy yo!



Nicolás Guillén, gentileza de Google


Este poema forma parte del libro Sóngoro Cosongo, publicado en 1931 por Nicolás Guillén, uno de los escritores cubanos más reconocidos; se trata de una compilación de escritos a los que el autor llamó “Poemas Mulatos”. Así, la temática principal de estas poesías gira en torno a la particular configuración étnica, que a partir de la mezcla de africanos y españoles se dio en Cuba: la discriminación, la esclavitud y la desigualdad desde la experiencia de los inmigrantes africanos. El poema, y el libro en general, son una reivindicación y un reconocimiento de sus costumbres como parte de la construcción identitaria de Cuba.


En la Canción del Bongó queda claro que el narrador es el propio bongó, un instrumento de percusión afrocubano, muchas veces marginado por aquellos que intentaban conservar la cultura burguesa europea en la isla caribeña. En este poema Guillén relaciona extraordinariamente el deseo de igualdad, de unión entre dos culturas, con aquella que trae la música como lenguaje universal. Utiliza, así como a lo largo del libro, palabras típicas de la lengua africana y española, y es ahí donde el sonido cobra importancia: a pesar de todas las diferencias que aparezcan a la vista, es la música la que tiene la capacidad de unirnos. No importa cuán refinados o elegantes sean, no importan las palabras o la lengua originaria, no importan los rasgos ni el color de piel; todos bailan a la par: “Pero mi repique bronco, pero mi profunda voz, convoca al negro y al blanco, que bailan el mismo son”. El son es una danza y un género musical de origen afro-caribeño-mestizo. Cueripardos vendrían a ser los afrocubanos, y Almiprietos, los españoles católicos que tendrían el alma negra. Se trata de una interesante fusión de palabras que introduce el autor para crear una equivalencia.


Pero Guillén no se refiere únicamente a las diferencias étnicas sino también de religión: “En esta tierra, mulata, de africano y español (Santa Bárbara de un lado, del otro lado, Changó)”. Este último es el Dios Yoruba semejante a la virgen católica Santa Bárbara. El autor nos muestra que ni siquiera en la religión son tan diferentes, que crean lo que crean del pasado lo importante es el futuro. Luego pone a los españoles a la altura de los africanos: “Hay títulos de Castilla con parientes en Bondó”. Pero rápidamente se detiene, para no menear la cuestión; lo que él quiere es igualdad y ahí andan de dos en dos. Y sin embargo todos terminan bailando al mismo son del bongó, que concluye su canción reclamando el reconocimiento que merece: “ya me pedirás perdón, ya comerás de mi ajiaco, ya me darás la razón…”.

Por último y para dejar en claro el punto de vista de Guillén, resulta interesante algo que escribe en el prólogo del libro: “Por lo tanto el espíritu de Cuba es mestizo. Y del espíritu hacia la piel nos vendrá el color definitivo. Algún día se dirá `color cubano´”. Ese color que Guillén idealiza como la integración absoluta de las distintas culturas surgirá del alma. Así, en lugar de los rasgos o el color de piel, algún día la distinción estará en el espíritu: una música característica, unas determinadas costumbres, una tradición; una esencia cubana.

4 comentarios: